Por Héctor Arévalo
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Como amantes de los deportes de resistencia, a todos nos asombra ver a deportistas capaces de llevar su organismo hasta el límite de sus capacidades en pos de conseguir cierto resultado. Habitualmente se ha dicho que la capacidad de soportar altos niveles de fatiga, tanto en la preparación como en competición, es uno de los factores que más influyen en el rendimiento, pero ¿Qué dice la ciencia sobre esto? ¿Hay ciertos mecanismos que pueden influir en nuestra capacidad de resistir esfuerzos agónicos? ¿Cuánto influye la mente sobre el cuerpo? En este artículo profundizaremos en el concepto de fatiga en el deporte de resistencia y cuáles son a día de hoy las certezas y las incógnitas que tenemos al respecto.
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¿Qué es la fatiga?
La fatiga en el contexto deportivo puede ser definida como un síntoma psicofisiológico provocado por la interacción entre el estrés generado por un estímulo externo y el cansancio percibido por el atleta (Enoka & Duchateau, 2016). Es decir, todo deportista expuesto a una carga de trabajo experimentará fatiga en mayor o menor medida dependiendo de sus características individuales y la actividad que realice. Debido al alto grado de prevalencia de este síntoma entre la población deportista y su influencia en el rendimiento, en el último siglo numerosos autores han trabajado para entender mejor su naturaleza y consecuencias. No obstante, su carácter multifactorial, interactivo y complejo puede dar lugar a debate a la hora de definirla y cuantificarla objetivamente.
Algunos profesionales en la materia, en su búsqueda de sistematizar los métodos de investigación sobre la fatiga en ciencias de la salud, propusieron diferenciarla en dos subgrupos que en inglés denominaron: perceived fatigability y performance fatigability (Kluger et al., 2013). Su traducción al español sería fatiga percibida y fatiga en el rendimiento. Para favorecer la comprensión, aquí las denominaremos percepción de fatiga y fatigabilidad.
El termino percepción de fatiga se refiere a la sensación subjetiva de cansancio o el desajuste entre esfuerzo realizado y rendimiento real, y la fatigabilidad a la bajada repentina del rendimiento medida mediante una variable objetiva durante una tarea. Por ejemplo, en un corredor que se estrella contra el famoso “muro” en una prueba de maratón, la fatigabilidad se daría en el momento en que la variable “velocidad” baje de manera significativa. No obstante, otro corredor en ese mismo momento puede llegar a la máxima percepción de fatiga, pero, al no bajar el ritmo, no estaría mostrando fatigabilidad en su velocidad de carrera. Aunque estas dos variables interactúan para modular y determinar los síntomas de la fatiga, es importante distinguirlas y abordarlas de manera independiente para comprender mejor cómo influyen sobre el rendimiento tanto de forma aguda (durante la actividad) como de forma crónica (a lo largo de, por ejemplo, una temporada).
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¿Qué factores influyen sobre la fatiga?
Diferentes factores pueden influir en la percepción de la fatiga y la fatigabilidad. En el caso de la primera, Venhorst y colaboradores (2018) propusieron tres variables que provocan su aumento:
- La sensorial, es decir, la cantidad de esfuerzo que mediante nuestros sentidos interpretamos que cierto ejercicio está exigiéndonos, y el nivel de alteración en la homeostasis que éste supone. Lo que llamamos la percepción de esfuerzo. Habitualmente, sujetos con percepción del esfuerzo baja ante el ejercicio físico tienen menores niveles de fatiga percibida.
- La afectiva–motivacional, ya que el grado en que una actividad nos resulta placentera o displacentera o lo comprometidos que estemos con un determinado objetivo, puede influir en gran parte en la fatiga que percibimos durante el ejercicio.
- La cognitiva–evaluativa, es decir, la capacidad del deportista para continuar voluntariamente con el ejercicio orientándose al objetivo e ignorando los estímulos psicofisiológicos que le empujan a terminar con la actividad.
Y en el caso de la fatigabilidad, la mayoría de los autores coinciden en dos factores puramente fisiológicos que pueden ocasionar su aparición y la consecuente parada del ejercicio:
- Los factores periféricos, que se refieren a cambios fisiológicos en el músculo y la función neuromuscular.
- Los factores centrales, es decir, los cambios en la excitabilidad de ciertas zonas cerebrales encargadas de tareas motoras y cognitivas que pueden influir en la aparición de fatigabilidad durante el ejercicio.
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¿Existen mecanismos de activación de la fatigabilidad?
Describir los mecanismos que expliquen la aparición de la fatigabilidad ha sido una línea de investigación que ha generado mucho debate entre la comunidad de ciencias del deporte. Esto se debe en gran medida a la dificultad para medir empíricamente estos procesos y los muchos factores que intervienen. Y es que, aunque puede parecer lógico que la fatigabilidad se dé cuando se alcanza el límite fisiológico de trabajo y ésta coincida con la máxima percepción de esfuerzo o fatiga, algunos autores han propuesto modelos donde se describen procesos en los que el máximo esfuerzo percibido podría aparecer antes que la fatigabilidad puramente fisiológica, bien sea como mecanismo de defensa para no poner en peligro la integridad del organismo o por falta de motivación del propio deportista. En estos casos, la fatigabilidad en el rendimiento se daría en parte por razones ajenas a las capacidades reales del músculo esquelético, lo cual estaría limitando en gran medida nuestro rendimiento. Todos hemos conocido deportistas con el mismo potencial para rendir en un deporte, pero con percepciones de la fatiga diferentes ante el mismo estímulo. En esta circunstancia, el deportista más capacitado para alcanzar y sostener altos niveles de fatiga casi siempre resulta el ganador.
Tres de los modelos más reconocidos que tratan de explicar estos mecanismos son: el modelo del fallo o límite de la homeostasis, el modelo psicobiológico-motivacional y el modelo del gobernador central.
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Modelo del fallo o límite de la homeostasis
Este modelo fue uno de los pioneros en tratar de dar una razón científica a la aparición de la fatigabilidad. Presentado por Hill (1924), se centra en definir los límites fisiológicos del ejercicio en los seres humanos. El concepto clave es que existe un gasto cardíaco máximo o limitante que no puede ser superado. Existiría entonces un límite de volumen sanguíneo que puede ser bombeado hacia los músculos en ejercicio. Durante el ejercicio hasta el agotamiento, la demanda de flujo sanguíneo de los músculos excede esta tasa máxima, por lo tanto, los músculos se ven obligados a generar la energía principalmente por la vía anaeróbica, lo que genera una producción excesiva de lactato. Este lactato inhibiría la contracción muscular y obligaría a la finalización de la tarea. Ver figura 2.
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Este modelo, aunque fue una primera aproximación a la materia y es útil para comprender de manera básica cómo funciona la fisiología del ejercicio, se presenta incompleto y con limitaciones. Si el ejercicio está regulado únicamente por cambios en la capacidad de los músculos para producir fuerza (fatiga periférica), entonces esta fatigabilidad solo puede ocurrir después de que todas las fibras musculares involucradas en el movimiento hayan agotado su capacidad contráctil, algo que se ha demostrado como falso en numerosas ocasiones. Si el ejercicio termina sin que esto haya sucedido debe ser porque el rendimiento deportivo está regulado por el cerebro y las vías neurales que conectan el sistema nervioso central con los músculos. El modelo de Hill no puede explicar cómo el ejercicio puede terminar incluso cuando hay fibras musculares aún operativas para continuar con la tarea, por lo que en años posteriores esta visión fue ampliándose y actualizándose a medida que otras áreas de conocimiento relacionadas con el ejercicio fueron incluyéndose en su estudio.
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Modelo psicobiológico-motivacional
El modelo psicobiológico-motivacional expuesto por Wright (1996) incluye factores comportamentales en la ecuación. En él, se explica que la fatigabilidad o la parada en la ejecución de la tarea puede ocurrir por dos motivos principales. Uno sería por falta de motivación potencial, es decir, cuando el esfuerzo requerido por la tarea iguala al máximo esfuerzo que el sujeto está dispuesto a ejercer para cumplir el objetivo marcado. Y es que a todos nos vienen a la cabeza ejemplos de deportistas que no llegan a mostrar su mejor nivel porque el esfuerzo que el entrenamiento o la competición le exigen sobrepasa la recompensa que perciben que van a recibir si triunfan. Bajos niveles de motivación potencial provocarán aumentos en la fatiga percibida y, muy probablemente, la bajada del rendimiento o fatigabilidad. En ocasiones, el atleta ni siquiera es consciente de que esto le está ocurriendo, lo cual hace más difícil su identificación y su tratamiento.
La segunda razón principal sería cuando el deportista percibe que ha alcanzado el máximo esfuerzo posible y continuar con la tarea le resulta imposible. Ante esta última, la solución sería la mejora de nuestras capacidades físicas, ya que la información sensorial que trabaja a nivel subconsciente es la que la mente consciente traduce como esfuerzo percibido y la que en última instancia no nos permitiría continuar.
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Sin embargo, la tolerancia al ejercicio puede mejorar drásticamente si somos capaces de mejorar nuestra motivación potencial. En deportes minoritarios está claro que recompensas externas, como pueden ser un incentivo económico, son poco comunes. Sin embargo, altos niveles de motivación intrínseca, es decir, la que nace del interior de cada uno y es independiente a cualquier tipo de estímulo externo sí que está al alcance de todos. Si somos capaces de crear ambientes y metodologías de trabajo que favorezcan la adquisición de motivación intrínseca, sin duda lograremos que nuestros deportistas sean más resilientes tanto en competición como en el entrenamiento. Para esto existen numerosas estrategias, y el trabajo conjunto con profesionales de la psicología deportiva puede ayudar mucho en este proceso.
Aunque la adhesión del factor motivacional y la percepción de esfuerzo al modelo explica en parte la razón por la cual la fatigabilidad puede aparecer aún sin agotar por completo la capacidad contráctil del músculo, aún faltaba por definir más ampliamente el papel del sistema nervioso central en el mecanismo. Años después, un ambicioso modelo fue desarrollado para aclarar esta incógnita.
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Modelo del gobernador central
Un modelo más complejo y controversial fue presentado por Noakes y colaboradores (2008). El modelo del gobernador central expone que el ratio de incremento en la percepción de esfuerzo durante el ejercicio está dirigido por un mecanismo cerebral subconsciente (el gobernador central) que en base a las señales sensoriales recibidas decide cuánto tiempo el sujeto puede mantener el ejercicio sin dañar la homeostasis del organismo. De esta manera el gobernador central actuaría sobre la mente consciente aumentando la percepción de esfuerzo y de fatiga cuando se perciba un riesgo real de daño de las estructuras corporales, lo cual obligaría a detener el ejercicio antes de que esto suceda. La percepción de esfuerzo se interpretaría por lo tanto como un enlace entre los parámetros fisiológicos afectados por el ejercicio y los comportamientos necesarios para mantener la homeostasis, es decir, la parada en la actividad física. No obstante, otros factores pueden hacer que la mente consciente ignore en parte las señales de alarma enviadas desde el gobernador central. Estos factores pueden ser de tipo motivacional, por ejemplo, una multitud animando. Lo cual incluiría, como hizo el modelo psicobiológico-motivacional, al factor motivación como un actor importante dentro de este esquema.
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La neurociencia parece corroborar esta hipótesis. Agentes estresores de tipo fisiológico, ambiental o químico provocan síntomas somáticos que son detectados por el tálamo. Esta área cerebral hace la función de antena receptora y a su vez envía esta información a otras zonas del cerebro, principalmente la amígdala, que se encarga de provocar respuestas a nivel hormonal y de neurotransmisores. Si el estresor es muy grande, el tálamo interpretará que la homeostasis está siendo peligrosamente alterada, entonces estimulará a la amígdala para que se provoquen respuestas de estrés que nos conduzcan a la parada del ejercicio físico y evitar de esta manera el daño excesivo de los tejidos. Esto se ha demostrado experimentalmente con modelos animales donde se extraía la amígdala a ratones y éstos eran capaces de aumentar significativamente el tiempo de ejercicio en test hasta el agotamiento (Tsukioka et al., 2022). No obstante, el tálamo también envía señales a zonas del cerebro encargadas de generar lo que conocemos como mente consciente. Una de estas zonas sería la corteza prefrontal. Esta región cerebral es la encargada de la coordinación de pensamientos y acciones de acuerdo con metas internas y también de interpretar la percepción de esfuerzo y de fatiga. La corteza prefrontal, si interpreta que está aumentando la percepción de esfuerzo enviará información hacia la amígdala para que magnifique la señal de estrés y detenga la actividad. Pero también es sensible a las respuestas de la amígdala, ya que los estresores aumentan, lo cual genera un círculo vicioso que acabará con la finalización de la tarea. Sin embargo, si somos capaces de atenuar esta señal de alarma desde la mente consciente, potencialmente seremos capaces de continuar con la intensidad pautada durante más tiempo. A modo de resumen, el tálamo podría ejercer la función del gobernador central, el cual envía señales a la amígdala para que genere respuestas de estrés fisiológicas (sobre las que no podemos actuar) y a la corteza prefrontal, la cual lo traducirá mediante la mente consciente en percepción de esfuerzo y podrá activar aún más a la amígdala. Ver figura 5.
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El famoso mindfulness o el auto diálogo (frases o palabras dirigidas hacia uno mismo con fines instruccionales o motivacionales) trabajan en este nivel. Con estas estrategias desviamos la atención de los estímulos sensoriales negativos enfocándonos en aspectos que pueden ser más productivos para el rendimiento como la atención en la tarea. En el caso anterior del corredor de maratón que está “golpeándose contra el muro”, cuando su gobernador central envíe señales de parada a la mente consciente, si usamos estas herramientas, por ejemplo, enfocando nuestra atención en la respiración o en aspectos de la técnica, podremos atenuar este impulso que nos invita a abandonar. Esto nos permitirá llevar a nuestro organismo hasta su verdadero límite, lo cual puede marcar la diferencia entre una victoria o una derrota.
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Conclusiones
Existen más modelos que tratan de explicar este fenómeno, pero, en mi opinión, los tres que han sido presentados en este artículo son los que mejor describen estas interacciones. A pesar de que se ha avanzado mucho en la comprensión de los límites del rendimiento físico humano, muchos son los interrogantes que aún se nos plantean. Y es que aún está por encontrarse el factor principal que explique por qué nos fatigamos. Lo que sí es claro es que existe un gran número de factores difícilmente medibles que afectan y que hacen que probablemente nunca se llegue a un consenso generalizado en este ámbito. Desde la antigua Grecia hasta la actualidad las personas hemos tratado de plasmar nuestro potencial como individuos durante una carrera, un partido o una pelea. Algunos han resultado más exitosos que otros, muchos en gran parte por unas capacidades físicas superiores, pero la historia nos ha demostrado que en ocasiones la mente, aún en los ejercicios más físicamente exigentes, es el mejor aliado que un deportista puede tener. Y quizás en esa interacción entre los límites de la capacidad física y la capacidad mental esté la clave del éxito en el deporte.
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Bibliografía:
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- Enoka, R. M., & Duchateau, J. (2016). Translating Fatigue to Human Performance. Medicine and Science in Sports and Exercise, 48(11), 2228. https://doi.org/10.1249/MSS.0000000000000929.
- Kluger, B. M., Krupp, L. B., & Enoka, R. M. (2013). VIEWS & REVIEWS Fatigue and fatigability in neurologic illnesses Proposal for a unified taxonomy. neurology.org
- Tsukioka, K., Yamanaka, K., & Waki, H. (2022). Implication of the Central Nucleus of the Amygdala in Cardiovascular Regulation and Limiting Maximum Exercise Performance During High-intensity Exercise in Rats. Neuroscience, 496, 52–63. https://doi.org/10.1016/J.NEUROSCIENCE.2022.06.005
- Venhorst, A., Micklewright, D., & Noakes, T. D. (2018). Perceived Fatigability: Utility of a Three-Dimensional Dynamical Systems Framework to Better Understand the Psychophysiological Regulation of Goal-Directed Exercise Behaviour. Sports Medicine (Auckland, N.Z.), 48(11), 2479–2495. https://doi.org/10.1007/S40279-018-0986-1
- Wright, R. (1996). Brehm’s theory of motivation as a model of effort and cardiovascular response.
- Y H ill, B. A., H Long, C. N., & Lupton, H. (1924). Muscular exercise, lactic acid and the supply and utilisation of oxygen.— Parts VII–VIII. Proceedings of the Royal Society of London. Series B, Containing Papers of a Biological Character, 97(682), 155–176. https://doi.org/10.1098/RSPB.1924.0048