Se acabó el sueño olímpico para Madrid. Nuestra enhorabuena para la ciudad de Tokio que ha sido finalmente la elegida para albergar los Juegos Olímpicos del año 2020.
Ayer sábado 7 de septiembre en la ciudad de Buenos Aires, los miembros del COI votaban entre las tres ciudades finalistas: Tokio, Estambul y Madrid. En una primera ronda, Tokio obtuvo 42 votos, por 26 de Estambul y Madrid. Con esto, la ciudad nipona pasaba a la «final» y se realizaba una segunda ronda de votaciones para desempatar a las otras dos. Pero la decepción llegó cuando Jacques Rooge, presidente del COI, anunciaba los resultados: 49 votos para Estambul por 45 para Madrid. Estambul pasaba a la votación final junto con Tokio, mientras Madrid quedaba definitivamente eliminada.
Tras esto, en la votación final Tokio obtenía 60 votos por 36 de Estambul. Tokio 2020 es ya una realidad.
Y el sueño olímpico de Madrid se volvió a quedar en eso… en un sueño, tras chocar por tercera vez consecutiva contra el muro del COI, un organismo que me temo no predica mucho con el ejemplo de los «valores del olimpismo», dejándose llevar más por intereses políticos y particulares. Así lo demuestra una y otra vez en los últimos tiempos, con decisiones muy criticables, como por ejemplo la elección de nuevos deportes para entrar a formar parte del programa olímpico…
Ese es el gran problema de las decisiones del COI, la falta de criterio obejtivo. En el deporte de competición, casi todos los resultados se basan en algo tan objetivo como es la marca, el puesto, el enfrentamiento directo…; o en otros casos, dependen de una puntuación de un jurado, pero intentando minimizar al máximo el factor subjetivo al establecer un criterio de puntuación claramente estructurado. Y eso es lo que le falta al COI en todas su decisiones: un criterio objetivo bien planificado, en base al cual puntuar según las necesidades reales y objetivos perseguidos. Es decir, que sirva para que en la designación de la ciudad para albergar unos JJ.OO. gane siempre la «mejor», o… al seleccionar los deportes que deben integrar el programa olímpico, que éstos sean los que cumplan mejor los requisitos objetivos exigidos.
Y no es que la ciudad de Tokio no merezca ser sede de los Juegos Olímpicos 2020, sino todo lo contrario. Es un proyecto muy sólido, fuerte y, como al COI le gusta, ostentoso; frente al proyecto más realista y austero de Madrid, que no convence al sector «elitista»: de nada sirve que la Comisión de Evalución del propio COI minimizara hace unos meses los riesgos económicos de Madrid, o que el 80% de las infraestructuras estén construidas, o el mayor apoyo popular. El COI ha optado por la cadidatura más cara.
Con el COI, la persistencia no sirve, ninguna ciudad más que Madrid ha demostrado sus ganas por ser olímpica. Incluso, si nos vamos unos años atrás, en la anterior designación de ciudad olímpica, la de los próximos Juegos de 2016, pudimos ver claramente como la mejor candidatura con diferencia fue la de Madrid… pero al COI le interesó más la de Río de Janeiro. Sinceramente, no creo que sea tan difícil establecer un criterio objetivo de puntuación, para que así la ciudad elegida sea siempre la más preparada, pero eso no interesa al COI.
Y la consecuencia de esto, de la no designación de Madrid para albergar los Juegos Olímpicos de 2020 (en el aspecto meramente deportivo, que es el que nos atañe desde aquí), es que las cosas en el deporte seguirán como hasta ahora, es decir, fatal o cada vez peor. Si podíamos, o queríamos, vislumbrar una luz en el camino, ésta se nos ha apagado repentinamente. Los recortes gubernamentales en el deporte, así como los de la inversión privada, a los que nos hemos visto sometidos… ahí seguirán. Los deportistas de élite tendrán que seguir haciendo malabarismos para poder seguir adelante (abandonando muchos de ellos por la falta de recursos) y los populares (especialmente los de Madrid) seguirán viendo, cada vez más, un sinfín de obstáculos: instalaciones deportivas municipales cada vez más deterioradas, la Casa de Campo cada vez peor y más impracticable, ningún tipo de ayudas a los clubs y a las escuelas deportivas, y así un largo etcétera.
Otro tema serían los efectos positivos económicos que se nos van: generación de empleo, ingresos generados por turismo y derechos televisivos, dinamización de la economía de todo el país, etc. Pero eso es algo que corresponde analizar a los expertos.