LA MAGIA DE LA PARÍS – ROUBAIX CHALLENGE

 

Por Luis de Arriba (MUCHO POR SOÑAR, MUCHO POR VIVIR. (blogdeluidgisiquierespuedes.blogspot.com)

 

» La París-Roubaix (también conocida «El infierno del norte» o «La clásica de las clásicas»)​ es una carrera de un día profesional de ciclismo en ruta que se disputa en la zona septentrional de Francia. Recorre un trayecto desde Compiègne, ciudad próxima a Región parisina, hasta el velódromo de Roubaix, en la región de alta Francia, de ahí su nombre. Se celebra con frecuencia el segundo domingo de abril,​ una semana después del Tour de Flandes, y pertenece al calendario UCI WorldTour, máxima categoría de las carreras profesionales.

Considerada como una de la pruebas ciclistas más duras del mundo, la París-Roubaix se disputó por vez primera en 1896, lo que la convierte en una de las carreras más antiguas que aún permanecen en el calendario internacional.​ Desde su creación, la carrera se ha visto interrumpida en tres ocasiones, dos de ellas debido a la primera (1915 hasta 1918) y segunda guerra mundial (1940 hasta 1942)​ y la tercera en 2020 debido a la pandemia de COVID-19.

Es el tercero de los denominados «monumentos del ciclismo» (Milán-San Remo, Tour de Flandes, Lieja-Bastoña-Lieja y Giro de Lombardía) y es el segundo y último monumento de pavé de temporada. También es la última clásica de tramos adoquinados del calendario UCI WorldTour y hace parte de las denominadas «Clásicas de Flandes». (Wikipedia).

Todo empezó hace unos meses cuando Diego, Pablo e Iván me propusieron ir con ellos a la «Paris-Roubaix Challenge», prueba que se celebra el sábado antes de la profesional del domingo. Yo, que soy de los que me tocan las palmas y bailo, me faltó tiempo para decirles que sí. 

Tengo que confesar que la tenía algo de respeto, ya que es seguramente la prueba más dura y difícil de todas las «clásicas» del ciclismo. 

Lo que hace especial esta prueba es el «pavé». Básicamente, tramos de adoquín que hay intercalados en el recorrido, exáctamente 29, de entre 1 y 3 kms que suman casi 55 km en total y catalogados por estrellas según su dificultad desde una a cinco estrellas como los brutales «Bosque d´Arenberg», «Mons – en – Pèvéle» y «Carrefour de l’Arbre».

Pedalear en estas zonas es una auténtica tortura, ya que las vibraciones son extremas y se transmiten a todo el cuerpo, especialmente los brazos y la cabeza (a mí se me nublaba la vista). Las ruedas pierden tracción constantemente, por lo que tenemos que esforzarnos en mantener la potencia a la vez que el equilibrio para no caernos. 

Otro factor a tener en cuenta es la suerte que tenemos que tener para no pinchar, reventar una rueda o romper alguna pieza de la bicicleta. Antiguamente las bicicletas que se usaban quedaban inutilizadas, hoy en día, han evolucionado y son más duras y fiables. 

En cuanto a la logística, Diego se había comprado una furgoneta y decidimos ir los cuatro en furgoneta desde Madrid. La primera noche la haríamos en Orleans y luego por la mañana rodearíamos París para llegar a Busigny, donde se encontraba la salida de la prueba.

Busigny está a 1.455 km de Madrid, pero haciendo noche a mitad de trayecto y con buena compañía, el viaje se hace ameno. Ya durante el viaje bromeamos sobre si acabaríamos todos ilesos, sin pinchar y si las bicis iban a aguantar. 

Lo primero que hicimos después de recoger los dorsales fue ir a ver con nuestros propios ojos el temido pavé del Bosque de Arenberg.

 

«…El organizador de la carrera, Jacques Goddet, había pedido que se incluyeran; Bouvet se lo pidió a Stablinski, y éste le obligó. «Al principio no me atreví a enseñarle Arenberg», explicó. Pero después de curiosear por algunos tramos desconocidos de pavé, decidió que era el momento. Bouvet observó, jadeó, llamó a un fotógrafo y le llevó las fotos a Goddet, quien también expresó su asombro, aunque con cierto horror: «Pedí adoquines, no baches ni hoyos», sentenció.

Sin embargo, existía una especie de vena perversa en los genes de Goddet, por lo que el sector de Arenberg se incorporó finalmente al recorrido. El periodista Pierre Chany bautizó al instante este tramo recto de 2.400 metros que atravesaba sobre adoquines los árboles amontonados como «la trinchera», una referencia que rememoraba los conductos acuchillados de las trincheras que enrejaban las líneas de batalla de 1914 a 1918″. (www.rouleur.cc)

 

En cuanto lo ves, piensas que no es ciclable y que es imposible ir en bici por él. Diego e Iván estaban más tranquilos por que habían llevado las bicis de «Gravel» (para todo tipo de terrenos). Pablo y yo, menos. Pablo llevaba ruedas de 32 mm y yo, el que menos de todos de 28 mm. No sabía si reír o llorar!

Busigny, 5:30 de la mañana…Por fin llegó el día de la carrera. Desayunamos tostadas de aguacate con salmón, café y un plátano. A la guerra se vá con energía je,je. Foto de rigor en la salida y…al lío.

Los primeros kilómetros de los 170 kms que consta la prueba, transcurren tranquilos pero en nuestro interior hay una mezcla de emoción y temor ante el primer tramo de pavé que vamos a cruzar. 

Entrevista a Theo de Rooy al finalizar la Paris-Roubaix de 1985:

«Es una mierda…esta carrera…estás sufriendo como un animal…vas pedaleando sobre el barro, resbalando, y…es una mierda».

– John Tesh (CBS): » ¿Volverás a correrla alguna vez? «

– Theo de Rooy: «Desde luego, ¡es la carrera más bonita del mundo!»

 

Esto define muy bien lo que se siente en esta carrera. Estás sufriendo en cada uno de los casi 55 km de pavé que componen los 29 sectores, pero a la vez, sabes que si consigues acabar, habrás formado parte de la épica del ciclismo. 

En mi caso iba aprendiendo sobre la marcha (no hay manera de poder «preparar» esta carrera en España, ya que no existe ese tipo de adoquín), y a medida que transcurrían los tramos aprendía que era mejor no agarrar muy fuerte el manillar, incluso agarrarlo de la parte baja, era menos doloroso (ya me había salido una ampolla en la palma de mano), pero te obligaba a estar más atento, ya que el control sobre la bici es menor. También echar el cuerpo un poco hacia atrás para dejar la bici «correr» ayudaba. No obstante, lo más importante era ir concentrado y rezar para no caerse o romper una rueda je,je. 

Los kilómetros iban transcurriendo y  nos íbamos agrupando los cuatro en los avituallamientos. Nuestras caras reflejaban una mezcla de alegría y preocupación. Por un lado estábamos felices sabiendo que estábamos en  la Meca de las clásicas del ciclismo, pero por otro lado, sabíamos que  hasta que no llegáramos al velódromo donde estaba la línea de meta, no podíamos cantar victoria. 
A falta de aproximadamente 30 km, Pablo sufrió una caída al ir a adelantar a Diego e Iván. Gracias a Dios, pudo reincorporarse con algunos dolores y acabar. Una vez en Madrid y después de ir al hospital, le han diagnosticado una rotura de fibras en el muslo. Esto demuestra lo duro que és. Acabó a pesar de todo el dolor. Grande Pablo!. Ahora a recuperarse para la próxima!! 
Tras 170 kms y 55 km de insufrible pavé, llegamos al Velódromo de Roubaix. Es difícil explicar lo que sientes cuando han cumplido un reto de este tipo. Lo que tengo claro es que son recuerdos que nos acompañarán el resto de nuestras vidas y que no se pueden entender si no se viven en primera persona. 

Una vez más quiero dar las gracias a mis amigos Diego, Iván y Pablo por ser como son. Es un lujo tener amigos asi con los que poder compartir aventuras como esta. De hecho en el viaje de vuelta ya estábamos pensando en la próxima. Otro «monumento» del ciclismo. La «Lieja-Bastogne-Lieja», La clásica de los muros. Se admiten sugerencias ¿Qué prueba recomendaríais vosotros? 😆