Rovaniemi 150: «Una aventura en el Ártico»

 

Autor: Omar Carro del Reguero

Fotos: Micaela Tocino Marcos

Desde el año 2012 se desarrolla en el Círculo Polar Ártico, alrededor de la capital de la Laponia finlandesa, la Rovaniemi150, se trata del primer ultramaratón de invierno en Europa. Similar a los ultramaratones de invierno que se organizan en Alaska, la Rovaniemi150 combina tres categorías que empiezan al mismo tiempo: esquí, carrera a pie y en fat-bike. La Rovaniemi150 fue la única en Europa hasta el invierno del 2015, cuando el organizador, Polarguide and Logistics, añadió dos carreras más: la Rovaniemi66 y la Rovaniemi300. Cada una de estas tres carreras tienen su propio carácter y su propia historia, aunque empiecen el mismo día y a la misma hora.

A ningún adicto a la adrenalina, a la sensación de poner el cuerpo y la mente en situaciones límite, al deseo de aventura o simplemente a la curiosidad, jamás se le ocurriría esta pregunta, ¿por qué?, al resto, es la primera pregunta que se les viene a la cabeza cuando se enteran que estas preparando una carrera en el Círculo Polar Ártico.

Podría explicarlo de una forma poética o romántica, se trata de buscar el origen del animal humano, ese ser capaz de sobrevivir en cualquier lugar, situación o circunstancia, de reencontrarse con ese yo interno que cada vez está más escondido en lo más profundo de nuestra alma y de aprender de uno mismo y de lo que te rodea. Los primeros exploradores lo llamaban aventura. Si les explico todo esto a quienes se hacen esta pregunta, lo más probable es que me ponga en una situación comprometida, cercana a una camisa de fuerza.

Para todos aquellos que se atreven a preguntar, hay una explicación más prosaica o incluso banal. Desde que era niño tengo grabado en mi mente aquellas expediciones polares con trineos tirados por perros, me parecía el máximo exponente de aventura y libertad en la que se podía ver envuelto el ser humano. Siendo ya un adolescente que devoraba libros de montañismo y expediciones imposibles a los lugares más recónditos del planeta, cayó en mis manos un libro que marco un punto de inflexión en mi forma de pensar y de ver el mundo que nos rodea, “Enndurance: Shackleton’s Incredible Voyage” de Alfred Lansing. Este manual de culto para algunos, cuenta la historia de un grupo de hombres que hace más de cien años se enfrentaron a los rigores del Círculo Polar Antártico con el único afán de explorar y ampliar los horizontes del conocimiento. Más allá de la expedición Discovery o la conquista de Amundsen, la Expedición Imperial Transantártica represento para estos hombres y para los que años después hemos podido conocer su historia, un reto que puso a prueba la verdadera fuerza del ser humano, su capacidad de adaptación, el poder de la mente cuando la fuerza física nos ha desahuciado de este mundo y la capacidad de un animal, el hombre, para sobreponerse a cualquier dificultad con tal de sobrevivir.

Una vez que los demás alcanzan a comprender algo del por qué haces ciertas cosas, alejadas de los actuales convencionalismos, tienes gran parte de su atención ganada y dispuesta a escuchar tu relato, tu aventura.

Una aventura de estas características no da comienzo de la noche a la mañana, y sí aventura, ya sé que veníamos a hablar de una carrera, pero por encima de todo esta carrera es una aventura. Todo comenzó a finales del verano de 2016, las inscripciones de la Rovaniemi150 2017 acababan de abrirse y las redes sociales me recordaban que hacía un año ya había estado barajando la posibilidad de realizarla. En 2015 la había descubierto demasiado tarde y no estaba en mi mejor momento físico para precipitar la decisión, así que en esa ocasión la deje pasar. Este otoño era distinto, me encontraba fuerte físicamente y en un momento de la vida en el que empiezas a valorar lo verdaderamente importante de esta, los sueños, pero no los sueños establecidos, sino tus propios sueños.

Decidido a cumplir uno de ellos, seis meses antes da comienzo todo el proceso de preparación, este periplo entre que tomas la decisión y comienzas la aventura es quizás tanto o más emocionante que la carrera en sí. No se trata solo de entrenar, si no de escoger el material necesario, preparar una estrategia de carrera, la alimentación, estudiar el lugar donde vas a correr, etc. Seis meses trabajando 10 horas al día en algo que odias se pueden hacer eternos, seis meses pensando en un objetivo como este pasan volando.

La Robaniemi150 es una carrera en autosuficiencia de 150 km que transcurre dentro de los límites geográficos del Círculo Polar Ártico. Hablar de autosuficiencia, es asumir que vas a tener que cargar desde el momento de la salida con todo lo necesario para terminar la carrera, y de que no vas a recibir ninguna ayuda externa para completar el recorrido. Una prueba de estas características exige un nivel de preparación precarrera fuera de lo común, cualquier detalle en el que no hayas pensado puede dejarte tirado a mitad del recorrido o incluso ponerte en un serio aprieto. La organización controla en todo momento el recorrido para que ningún participante sufra percances, pero que la carrera transcurra en una distancia de 150 km dentro del Círculo Polar Ártico supone que nos enfrentaremos a temperaturas extremas que pueden rondar o incluso superar los -30ºC y a muchas horas en soledad, el más mínimo error puede tener consecuencias graves.  Durante la carrera deberemos de pasar por 9 puntos de control, para garantizar que ningún participante se aparte del recorrido trazado, solo en 8 de estos 9 puntos de control podremos encontrar agua y ayuda en caso de evacuación.

Una vez asumes todo esto, los primeros meses te dedicas a recabar información acerca de cómo el cuerpo humano es capaz de adaptarse a esas condiciones, como hay que alimentarse, vestirse y que nociones básicas necesitas para sobrevivir al frio extremo. Poco a poco comienzas a seleccionar el material que vas a llevar, aspecto este muy importante ya que en estas latitudes el cuerpo humano es muy poco autosuficiente, si comparamos esta carrera con su opuesto, en un desierto, necesitamos menos medios externos para adaptarnos al calor que al frio. Tras varios meses analizando reviews de material, datasheet, foros, etc. terminas convirtiéndote en todo un experto en material invernal. Por suerte hoy en día internet es un pozo de sabiduría infinita gratuita, pero que terminas pagando con el coste del tiempo que lleva seleccionar lo que verdaderamente importa, de lo intranscendente. Logística, alojamiento, etc. es otra parte muy importante que no debemos dejar al azar, no olvidemos que en estas zonas del planeta la oferta es más restringida, por lo tanto, el precio y la disponibilidad pueden ser un problema si no se planifica con el debido tiempo. Trascurren los meses y casi sin darte cuenta el gran día se acerca, te invaden las dudas, sobre el material, sobre tu forma física, …, sobre todo. Sabes que cualquier error puede dar al traste con la aventura, no se trata de un entreno cualquiera de un domingo cualquiera, aquí solo vas a tener una oportunidad y si algo falla se acabó, de vuelta a casa sin cumplir tu sueño. Todos los esfuerzos y el tiempo dedicados se pueden ir al traste por la cosa más insignificante que no hayamos previsto.

De repente un día te despiertas por la mañana y comienzas el viaje, los nervios, la presión, todo desaparece y se transforma en algo indescriptible que recorre las tripas y que a todos nos gusta. Por delante 17 h. de aviones y aeropuertos, la verdad es que puede parecer pesado pero las escalas hacen que tengas tiempo para estirar las piernas, comas decentemente y no llegues a destino como si te hubiesen dado una paliza. A las 22:00 h. de un miércoles desembarcamos en Rovaniemi, capital de Laponia finlandesa y ciudad por excelencia de la eterna navidad. Nos recibe un trineo cargado de regalos, tirado por un puñado de renos que nos observan mientras esperamos nuestro equipaje, hemos llegado a la casa de Santa Claus.

La ciudad nos recibe con sus mejores galas, un tupido manto de niebla, nevando intensamente y con una fuerte ventisca, bienvenidos a Laponia. Una vez instalados y descansados del largo viaje, nos dedicamos a reconocer la ciudad y aclimatarnos a la nueva temperatura, recoger el pulka para la carrera, comprar los víveres necesarios, etc., tal y como haríamos en unas vacaciones cualesquiera. El jueves decido calzarme las zapatillas y realizar un pequeño rodaje por los bosques cercanos para activar y descubrir que sensaciones transmite el paisaje helado que nos rodea.

La carrera da comienzo el viernes 17 con la charla técnica y el control de material, como en cualquier otra carrera de estas características hay una serie de cachivaches que debemos portar obligatoriamente, pero aquí hay dos que destacan por encima de todos, ya que son el elemento de seguridad más importante en caso de emergencia: un saco de dormir capaz de soportar temperaturas de -30ºC y una esterilla que nos aísle de la nieve. En caso de que tengamos problemas es lo único con lo que contamos para ponernos a salvo mientras llega la ayuda. El resto de artilugios como el silbato, móvil, baterías, frontal, etc… son nuestros compañeros inseparables en esta carrera como en cualquier otro ultra. La charla técnica en esta ocasión es de obligada asistencia, bajo pena de descalificación, pronto veríamos el porqué de tan férrea exigencia por parte de la organización. Una vez que todos los participantes hubimos pasado el control de material, nos disponemos a atender las explicaciones del director de carrera, Alex Casanova. La charla comienza con lo básico, análisis de la ruta, marcas, causas por las que se nos puede descalificar, etc., como en cualquier otra carrera. La velada empieza a ponerse seria cuando pasamos a hablar de la seguridad y empiezan a desfilar diapositivas de otras ediciones donde se muestran miembros mutilados y quemaduras producidas por el frio extremo, son imágenes que complementan las explicaciones del director de carrera y que consiguen ponernos algo nerviosos a todos, la cosa va en serio, aquí hace mucho frio y vamos a estar expuestos a él durante muchas horas. Por primera vez, tras muchas carreras, no escuche una risa, ni una broma, nada, los rostros de todos los presentes mostraban claros signos de preocupación. Para tranquilizarnos en la parte final de la charla se nos explican las formas que teníamos para pedir ayuda en caso de tener problemas, como podíamos retirarnos o que debíamos de hacer en caso de emergencia, algo que debería de habernos tranquilizado consiguió ponernos aún más nerviosos. Una cosa estaba clara, en caso de emergencia las mejores herramientas para nuestra seguridad estaban en nuestras manos: cordura, serenidad y meternos rápidamente en el saco de dormir, una pieza imprescindible de nuestro material y sin la que no podíamos tomar la salida. Los sacos de dormir que la organización autoriza a llevar en carrera deben de estar preparados para soportar temperaturas de -30ºC a la intemperie, ya que no tenemos ninguna tienda de campaña o similar que nos proteja de las inclemencias.

Una vez terminada la reunión precarrera todos los participantes nos fuimos diseminando por la ciudad, cada uno a nuestros respectivos lugares de descanso, Alex nos había dado muchas cosas en las que pensar para la noche antes de la salida.

Sábado 18 de febrero, 8:00 de la mañana, aunque el día había comenzado mucho antes, llevaba horas preparando mi ropa, comprobando la carga del pulka, repasando la alimentación y preparando un buen desayuno. Las 8:00 de la mañana era la hora en que oficialmente la carrera daba comienzo, en primer lugar había que dirigirse al control de salida situado en el hotel Pohjanhovi, donde obligatoriamente deberíamos acreditarnos nuevamente, pasar el control de firmas y corroborar que íbamos a tomar la salida. Nervios, abrazos, besos y ánimos escondían la preocupación detrás de las miradas de los que nos íbamos y de los que se quedaban, unos partíamos hacia lo desconocido y otros sufrirían en silencio una larga espera sin noticias. Quince minutos antes de la salida nos dirigimos hacia el rio Kemijoki bajo el puente de la vela del leñador (en finlandés “Jätkänkynttiläsilta”) donde nos esperaba la línea de salida que marcaría el inicio de nuestra aventura. Puntualmente a las 9:00 de la mañana se da la salida, como era de esperar las Fat-Bikes toman la delantera en esa llanura helada en que se había convertido el imponente rio ­­­­Kemijoki, dejando a tras a los corredores y esquiadores. Mi intención era la de no malgastar ni un gramo de fuerza, una vez más los nervios pudieron con la razón, y comencé a correr como la mayoría de los participantes, luego me percataría que muchos de los que formábamos este grupo de corredores eran de la distancia corta 66 km, ellos si podían permitírselo.

El primer tramo hasta el checkpoint de­­­­ Porohovi fue un juego de niños, el paisaje exuberante e infinito nos envolvía y nos maravillaba, llevándonos casi en volandas por el rio, el pulka deslizaba perfectamente sobre el hielo, aquello parecía un cuento de hadas. Todos los corredores debíamos parar en todos los checkpoint y firmar en el control nuestra llegada y nuestra salida, la falta de una de esas firmas era motivo suficiente para la descalificación. Aquí daba comienzo mi estrategia de alimentación, aunque aún fuera necesario, las fuerzas no flaqueaban, había que parar y comer algo, el objetivo era que el cuerpo no fuera vacío en ningún momento de la carrera. Tras unos minutos de parada para comer, reanudo la marcha, una marca en mi GPS me indicaba que estábamos entrando en la demarcación geográfica del Círculo Polar Ártico, en realidad no es nada, es simplemente un paso más que te adentra en lo desconocido, pocos kilómetros después salimos del rio helado y atravesamos los primeros bosques que nos llevaran al lago Sinettähärvi, una inmensa superficie de agua helada que deberíamos cruzar de extremo a extremo.

Pasados los primeros kilómetros, en el lago, la soledad se iba haciendo cada vez más patente. Aun podías ver algún que otro corredor al fondo, pero nadie que acompañara tus pasos, empezaba la carrera de verdad, por delante distancia, frio y soledad, la mente se convierte en tu mejor aliado y en una herramienta indispensable para conseguir el objetivo.

A estas alturas de la carrera el frio aún era soportable, incluso me había quitado alguna capa de ropa, para no sudar, con un ligero viento de cara la sensación térmica era perfectamente soportable mientras siguieras corriendo. Al salir del lago cometí un error de principiante, por no mirar el GPS me desvié de mi recorrido al salir del lago, desde hacía algún tiempo mantenía la referencia visual de dos corredores que iban delante de mí, pero que realizaban el recorrido corto, al llegar a uno de los checkpoint de ese recorrido me pusieron sobre aviso de mi error, teniendo que desandar parte del camino para recuperar el track de mi carrera. Alcancé la salida del lago nuevamente y conseguí enlazar con el italiano Alberto Micheli, con quien tuve el placer de compartir unos kilómetros, poco después dejaríamos la comodidad de las pistas nevadas para adentrarlos en el bosque salvaje camino del checkpoint de Vittavaara. En este tramo la cosa empezó a complicarse, mi inexperiencia en el manejo del pulka desespero varias veces la marcha del italiano, el cual tenía que parar cada vez que me caía por culpa de que este se me venía encima en las bajadas. En aquellos momentos un poco desesperantes no dejaba de pensar en que los participantes de las fat-bike lo habrían pasado peor que yo, lo tupido del bosque, la fuerte pendiente y el zigzagueante sendero que seguíamos hacia muy tediosa nuestra progresión. Fueron pasando las horas y llegamos al checkpoint de Vittavaara al atardecer, allí sería la última vez que vería a Alberto Micheli, días después me enteraría que consiguió hacerse con el primer puesto de la carrera de 300km, aunque hablamos poco pude aprender bastantes cosas de su demostrada experiencia en estas carreras. Llevábamos sobre las piernas 44 km, físicamente me encontraba en perfectas condiciones, la sensación de frio comenzaba a aparecer, pero era soportable si no te quedabas quieto mucho tiempo. Todo trascurría sobre el plan previsto, incluso mejor, estaba consiguiendo ir más rápido de lo planificado y por el momento había ganado una hora y media para la noche.

Al salir del checkpoint de Vittavaara no era plenamente consciente de mi situación, estaba teniendo algunos problemas con el suministro de agua, que por el momento había conseguido solucionar a duras penas. Había apostado por llevar una bolsa de hidratación a la espalda, con el objetivo de ir bebiendo cómodamente cada poco tiempo y no dar cabida a la deshidratación, los problemas vinieron al atardecer cuando la temperatura empezó a descender de manera drástica y el tubo por el que bebía se congelo completamente. Hasta el momento había notado principios de congelación, pero había conseguido recuperar el tubo con el calor corporal y seguir bebiendo, al anochecer la temperatura descendió rápidamente y el tubo se convirtió en una piedra de hielo imposible de descongelar.

Acababa de salir del checkpoint de Vittavaara y me había quedado sin la posibilidad de beber agua, por delante casi 30km sin agua, en condiciones normales sería algo asumible, pero bajo estas condiciones la deshidratación se produce mucho más rápido, el cuerpo necesita mucha más agua para realizar las funciones metabólicas, necesita producir calor y energía. Físicamente me encontraba bien y tome la decisión de mantener el ritmo mientras intentaba recuperar el suministro de agua, cualquier intento por hacerlo en marcha fue en vano. A mi llegada al checkpoint de Morajärvi ya era plenamente consciente del lio que tenía entre manos, solo habían pasado 15km desde la última vez que había podido beber agua así que aún no me encontraba muy mal. Como en los anteriores puntos de control, pare a comer algo y aproveche para beber agua, intente descongelar el camelback con agua caliente, pero fue imposible. Pasados unos minutos decidí continuar sin ser plenamente consciente de mi situación, por delante tenía el punto más peligroso de la carrera, el puente de hielo, un pequeño puente de madera que cruza un rio que no está congelado y en el que la pasada edición había caído uno de los participantes, poniendo en serio peligro su integridad física. Al poco rato y tras una sinuosa bajada entre nieve suelta y árboles, literalmente tropiezo con el puente, por suerte el pulka, que como en todas las bajadas seguía cobrando vida propia, había logrado frenar contra uno de los pilares del puente. Me detuve unos minutos para comprobar el estado del puente, sobre todo para ver si solo tenía nieve encima o también había hielo debajo, agarre en corto el pulka para que no me jugase una mala pasada arrastrándome al rio, y con pasos muy cortos y decididos logre pasar el puente sin percances. Había logrado pasar uno de los mayores escollos que rondaban mi cabeza desde la salida, eso hizo que recuperara la confianza y volviera a imprimir un ritmo fuerte a pesar de ser ya noche cerrada desde hacía varias horas y estar bajo un frio intenso. Mi siguiente objetivo, Peurajärvi, donde había marcado el ecuador de mi carrera.

A pesar de llevar varias horas corriendo de noche, había conseguido mantener la hora y media de ventaja sobre el horario que me había marcado, estaba exultante y lleno de energía, la carrera no solo iba bien, iba mejor de lo esperado. Solo en algunos momentos pensaba en la falta de agua y comida, ya que al no poder beber no me entraba nada solido en el estómago. Solo cuando llegue al checkpoint de Peurajärvi me di cuenta de que estaba completamente deshidratado y parcialmente desnutrido, entre en el checkpoint en unas condiciones lamentables. Lo primero que tenía que hacer era parar e intentar rehidratarme, comer algo e intentar nuevamente descongelar el tubo. El agua entraba bien, pero la comida no, el estómago estaba hecho polvo, mientras intentaba descongelar el tubo con agua caliente llego al checkpoint el triatleta francés de larga distancia Ludovic Chorgnon que venía con los mismos problemas que yo. Frente por frente los dos hacíamos todo lo posible porque nuestros cuerpos reaccionaran, Ludovic lo consiguió y pudo continuar, la experiencia siempre es un grado en este tipo de situaciones, yo no era capaz de comer nada sólido, el estómago estaba bloqueado y el agua aun no había arreglado el estropicio. Tras un buen rato dándole vueltas a mi situación, tome la decisión de parar, sacar el saco de dormir y darle tiempo al cuerpo para que se recuperase. Podría haber intentado seguir y dejar que el cuerpo se fuese recuperando poco a poco en marcha, al fin y al cabo, había conseguido un tiempo extra para bajar el ritmo sin que el plan de carrera se fuese al traste, pero aun no tenía solucionado el problema del agua ni había podido comer bien, no me pareció una idea muy inteligente en ese momento. Evidentemente nadie espera dormir en estas condiciones, pero un par de horas en el saco fueron suficientes para que mi cuerpo entrara en calor y se recuperase, pasado ese tiempo el estómago ya estaba mucho mejor, fue entonces cuando conseguí comer algo sólido y beber algo más de agua. Durante el tiempo que pase tumbado en la nieve, la única idea que se me ocurrió para recuperar el suministro de agua, fue utilizar el recipiente que llevaba para comer en los checkpoint para llenarlo de agua y llevarlo pegado al cuerpo, de manera que no se congelase. Esta era una solución a corto plazo ya que en el recipiente solo podía albergar 500ml de agua y eso era claramente insuficiente teniendo en cuenta los tramos que aún tenía por delante. Tras casi cinco horas de parón en total y unas exiguas reservas de agua, decido continuar hacia el siguiente checkpoint, que estaba a tan solo 10km, en este espacio podría poner a prueba mi recuperación y seguir pensando en cómo recuperar mi depósito de agua, ya que con esta solución no podría continuar en carrera.

Como había previsto la noche iba a hacer que la progresión fuese más lenta, después del aviso que había tenido esto ya no suponía un problema, los horarios previstos dejaron de preocuparme, los ritmos, etc. lo único importante era recuperarme de la deshidratación, conseguir agua y terminar la carrera. Mientras pensaba en todo esto y de cómo todo se podía ir al garete si no conseguía recuperar el suministro de agua, el cielo se iba despejando de nubes dejando un frio cada vez más intenso que traspasaba la ropa, pero también uno de los espectáculos más exuberantes de la naturaleza, la aurora boreal o nordthen light como allí la llaman, un espectáculo que nos acompañaría durante casi hora y media y que hizo el camino mucho más ligero.

A mi llegada al checkpoint de Kuusilampi el cuerpo estaba completamente recuperado, vacío eso sí, pero no sentía ya ninguna molestia, la exigua reserva agua había servido para este tramo, pero debía de pensar en algo si quería salir de aquí, el siguiente checkpoint estaba a 36km y no podía salir con solo medio litro de agua. El checkpoint de Kuusilampi es el único en toda la carrera que está a cubierto, se trata de un cobertizo de arquitectura tradicional con un fuego en medio, que nos proveía de calor y agua caliente. Mientras comía algo sólido y recargaba las pilas tanto de mi cuerpo como de mí GPS, mi único pensamiento estaba en cómo podía recuperar el suministro completo de agua, mientras comía iba deshaciendo el hielo acercando la mochila al fuego. Tras varias horas parado, otra vez, dándole vueltas al tema, recordé que aún me quedaba otra cazadora en el pulka que había metido a última hora para caso de emergencia, recordé también que en algún sitio había leído que los ciclistas en lugar de llevar mochilas, solo llevan chalecos de hidratación ya que esto les permite ponérselos como una capa intermedia entre la ropa y mantener así el agua caliente. Vacié mi mochila para que no abultase más de lo necesario, dejando únicamente la bolsa de hidratación y poniendo esta entre medias de las dos cazadoras intentaría conseguir que el agua no se congelase de nuevo.

Problemas, el primero que parecía el muñeco de Michelin, tanta ropa apenas dejaba moverme con libertad y haría que sudase más de la cuenta, afortunadamente para correr no necesitamos mucho la parte superior del cuerpo. Otro problema es que la mochila iba cargada con la comida, para evitar que esta se congelase también al ir en contacto con el cuerpo, con la comida en el pulka esta se convirtió en una piedra a los pocos minutos, solo disponía del poco espacio que me ofrecían los bolsillos de la cazadora para mantener caliente algo de comida que ir llevándome a la boca mientras corría. Todo este periplo me llevo a estar más de cuatro horas parado y lleno de dudas acerca de si debía de continuar en esas condiciones. El invento del agua, que más adelante se demostraría efectivo me dio las fuerzas suficientes para continuar, con una noche cerrada y la nieve escapándose entre las nubes, decido emprender nuevamente el camino. La encargada del checkpoint me acompañaría hasta que estuve listo para partir. Mientras me preparo fuera del cobertizo y temblando de frio, me escudriña con su mirada de arriba abajo, yo creo que en ese momento no daba un duro por mí, pero así todo en una carrera de estas características nadie te juzga ni aconseja, solo tú eres dueño de tus decisiones y sufres sus consecuencias. Una vez estuve preparado, firmo la salida del checkpoint y reinicio la marcha, poner las piernas a funcionar después de un parón tan grande y con un frio helador que contrae tus músculos a cada paso, se hace tedioso, más aún si por delante tienes una pendiente que me llevaría el resto de la noche coronar.

Una vez alcancé la cima, comenzó a despuntar el alba del segundo día de carrera, el cuerpo nuevamente debía de adaptar sus biorritmos a la claridad del día, bastante más fácil que cuando tenemos que adaptarnos a la noche, pero aun así cuesta hacer el cambio después de tantas horas. Por delante 10km de bajada entre hielo y nieve, a estas alturas y con el pulka cobrando vida propia en las bajadas no era algo que me hiciese mucha ilusión. Afortunadamente me había ido fijando en como los veteranos en estas pruebas manejaban el invento y allá por el km 80 de carrera ya era capaz de que el pulka hiciese lo que yo quería y no lo que a él le diera la gana, sobre todo en las bajadas, donde es muy fácil que te tire al suelo si dejas que vaya por delante de ti. Ver la luz del día de nuevo, que mi cuerpo estuviera ya completamente recuperado y que el invento para mantener el suministro de agua estuviera funcionando, hizo que mi mente recuperara la esperanza de terminar la carrera, psicológicamente volví a estar enchufado.

Las horas pasan y el tiempo empieza a hacer mella en el ánimo, por delante el tramo más largo de la carrera sin pasar por ningún checkpoint y sin ver a nadie, nos encontramos en la zona más alejada del inicio de la carrera y más al norte. Por primera vez cruzamos algunas poblaciones, Tapionkylä fue la más grande, no veo a nadie, solo las casas indican que hay o puede haber gente viviendo allí, cruzo el puente sobre el rio Ounasjoky y me despido de la civilización, nuevamente me adentro en los bosques helados del Círculo Polar.

Habían transcurrido ya 100km, debería de estar contento a estas alturas de la carrera y sobre todo después de lo sucedido en la noche, pero mi cabeza estaba comenzando a dar muestras de flaqueza, no había motivos para continuar, aunque tampoco los había para no hacerlo, simplemente la mente estaba vacía. En cualquier otra carrera este momento es uno de los más agradables, la mente está completamente desconectada del cuerpo y este funciona únicamente por instinto mecánico dando un paso tras de otro. Aquí no funcionaba así, el cuerpo necesitaba todos los estímulos posibles para continuar y vencer al frio intenso del amanecer. Bajo un poco el ritmo y aprovecho para comer algo, poco a poco recupero la consciencia, sin percatarme de que me había adentrado en la parte más dura de la carrera, por delante 40km de sube y baja, que pondrían a prueba la fortaleza de mis piernas en aquellos momentos. Interminables rectas configuraban un rompe piernas que puso a prueba no solo mi fortaleza física sino también mi mente, el horizonte era como una montaña rusa interminable en la que cuando coronabas un repecho no acertabas más que a ver el siguiente y así kilometro tras kilómetro. Varias horas después de haber dejado el último lugar habitado, llego al checkpoint de Toramokivalo, aquí coincidimos varios participantes, fue uno de los checkpoint más animados de la carrera, una pareja de italianos y otra de belgas, nos hicimos compañía durante el reaprovisionamiento. Aproveche para ponerme mi último par de calcetines mientras comía algo, pocas cosas hay tan agradables en este tipo de carreras como ponerte un par de calcetines limpios y secos, parece que los pies rejuvenecen unos cuantos km.

Reaprovisionado de agua y con fuerzas recuperadas después de una buena comida inicie los 25 km que me separaban del ultimo checkpoint, Porohovi, un viejo conocido ya que este había sido el primero del recorrido. Por delante 10km de interminables rompe piernas hasta llegar al último lago, Norvajärvi. A mitad de camino me encuentro con Alex, el director de carrera, me pregunta cómo voy y me anima a apretar mientras dure la luz del día, así lo hago, durante la noche el frio y la falta de referencias hacen que la progresión sea mucho más lenta, la luz del día te brinda la posibilidad de sacarle todo el jugo a las piernas. La noche cae de nuevo unos metros antes de entrar en el lago, la temperatura cae de manera drástica con el ultimo rayo de luz, enciendo el frontal y observo como todo a mi alrededor comienza brillar, en cuestión de minutos todo se congela a mi alrededor dejando un paisaje helado de indescriptible belleza, pero también un frio que te cala hasta los huesos. Una vez en el lago, el camino se hace ligero una vez más, el pulka desliza suavemente sobre el hielo, mi cabeza comienza a darle vueltas a la situación, solo quedan 15km hasta Porohovi, comienzo a aumentar el ritmo, me veo bien de ánimo y de fuerzas, otra vez. El lago pasa como una exhalación, la meta está cada vez más cerca. Salgo del lago en medio de la oscuridad de la noche, camino durante unos metros por una carretera hasta recuperar la senda de una pista que se adentra en el bosque, esta pista debería de llevarme de nuevo al rio donde todo comenzó, apenas 8km, pero fueron los más largos de toda la carrera. El terreno no dejaba de subir y bajar en la oscuridad de la noche, las huellas de las motos de nieve no ayudaban, no conseguía pisar bien ni una sola vez, machacando aún más los ya fatigados tobillos. Al poco tiempo mi cuerpo empezó a pasar factura de los excesos cometidos para cruzar el ultimo lago, estaba quedándome vacío y los km cada vez pasaban más despacio. Comí una barrita de chocolate, que era lo único que tenía descongelado en aquel momento y conseguí las fuerzas suficientes para llegar al rio. Una vez pise el agua helada de nuevo, un sinfín de emociones se agolparon en mi cuerpo, había llegado al lugar donde todo había comenzado horas antes, este camino ya era conocido, aunque con la oscuridad no distinguía ninguna referencia con la que me había podido quedar el día antes, sentía que ya estaba en casa. Una vez más dejé que el entusiasmo guiara mis pasos y volví a aumentar el ritmo, buscaba desesperadamente entre la oscuridad de la noche la entrada al checkpoint de Porohovi, cualquier luz a la horilla del rio servía para animarme, se harían eternos esos tres primeros km de carretera helada sobre el rio Kemijoki.

Ahora sí, unas balizas me obligaban a desviarme fuera del rio, había llegado a Porohovi otra vez, nada mas llegar algunos participantes se preparaban para tomar la salida, yo me disponía a hacer la última parada de la carrera. Dejo el pulka y rescato algo de comida congelada, mientras me hidrato intento descongelar algo sólido en la hoguera del checkpoint para asentar el estómago. Me siento y empiezo a creerme que lo puedo conseguir, después de todas las vicisitudes superadas en las últimas horas estoy a tan solo 10km de meta. Un sentimiento de alegría y de tristeza me invaden por igual, la aventura que comenzó en el día de ayer llega a su fin y eso me entristece, hasta tal punto que hace que no quiera abandonar el checkpoint, un grupo de italianos que llegó detrás de mí se dispone a salir, veo como firman y como se colocan el pulka, sin embargo, mi cuerpo no quiere moverse de allí, es como si no quisiera dejar un sitio donde se encuentra feliz y no deseara regresar a casa. Hago un pequeño examen de lo vivido durante las últimas horas, de cómo me siento y de lo que me rodea, como si quisiera guardarlo todo en el disco duro de mi memoria sin que nada quede fuera de ella. Comienzo a sentir frio de nuevo, he parado demasiado, tengo que continuar, poco a poco recojo los bártulos, engancho el pulka al arnés y firmo mi salida del checkpoint. Ni siquiera en el kilometro 70, cuando mi cuerpo dijo basta, tuve tan presente en mi cabeza que la aventura estaba tocando a su fin, la alegría de vislumbrar la meta no era lo suficientemente intensa como para eclipsar la tristeza que me invadió cuando abandone Porohovi por segunda vez.

Otra vez en el rio helado, intenté recordar las instrucciones que nos habían dado en la charla técnica acerca de porque lado del rio debíamos de ir para no interferir con el trasiego de las motos de nieve, verdadero peligro en la noche polar, no fui capaz de hacerlo así que lo único que pude hacer fue seguir las luces de los participantes que habían salido antes que yo de Porohovi. Mire el reloj, hacia horas que no me preocupaba de él salvo para confirmar la ruta, me marque un pequeño objetivo, entrar en meta por debajo de las 40h., eran 10 más de lo que me había propuesto en casa, pero era simplemente una excusa para no dejarme invadir por el desánimo.

El rio es completamente distinto por la noche, las referencias que había guardado en mi memoria durante el día no eran fiables ni reconocibles. La sensación que me transmitían mis piernas era la de ir muy deprisa deslizando el pulka sobre el hielo, sin embargo, mi cabeza tenía la sensación de que iba haciendo eses sin un rumbo fijo. Poco a poco las luces de Rovaniemi comienzan a verse en el horizonte, ya estoy llegando a casa. A lo lejos, como si de un faro se tratase, diviso la luz del puente de la vela del leñador, su luz serviría de baliza para guiarme hasta la meta. Sabía que habíamos salido cerca de ese puente, pero ya no recordaba si lo habíamos hecho antes o después, mi cabeza solo pensaba en avanzar, mientras recordaba momentos de la carrera. Paso por debajo del puente que une la ciudad con el aeropuerto, lo recuerdo de nuestro primer día en la ciudad, empiezo a escudriñar la orilla derecha del rio a ver si distingo la zona desde donde salimos, cualquier referencia que pudiera haber tomado durante el día resultaba inútil, nada me resultaba familiar, seguía avanzando y haciendo eses, hasta que reconozco la rampa donde estaba situado el arco de salida.

Salgo del rio y entro en la ciudad, a lo lejos veo el edificio del Hotel Pohjanhovi, donde está situado el control de carrera y la meta, solo tengo que cruzar una calle y estoy allí. de repente veo gente correr hacia mí, era Miki con un grupo de participantes que ya habían terminado y que tenían montado un especial recibimiento para los corredores que estábamos llegando, con la animación más silenciosa que he visto nunca (la dirección del hotel les había prohibido hacer ruido para no molestar a los huéspedes), pero la más cálida a la vez, hice mi entrada en el hotel, firme el ultimo control con un tiempo de 39 horas 11 minutos y una sonrisa como pocas veces he tenido al terminar una carrera.

Atrás habían quedado, problemas, cansancio, dudas y frio, me había traído muchas lecciones aprendidas, sensaciones nuevas y la sensación de estar vivo una vez más. Hoy aun recuerdo algo que paso por mi cabeza nada más estampar la última firma, me sentí un niño otra vez, una sensación de curiosidad satisfecha, de haber aprendido cosas nuevas sin haberlo buscado, conocer gente muy distinta pero con un objetivo común… habían invadido mi mente. Me sentí como ese explorador de la vida que todos somos cuando aún somos niños y cada día nos sorprende con una nueva aventura, una nueva lección y un nuevo reto. Mientras recibía felicitaciones, abrazos y besos, iban llegando más compañeros de viaje, todos con la misma satisfacción en sus caras. Me fue imposible abandonar el hotel hasta que el ultimo participante llego, en el fondo no quería que la carrera terminase.

Después de contar la historia de esta carrera, a quien la escucha, solo se le ocurre otra pregunta, ¿volverías?. No soy dado a repetir experiencias, el mundo es lo suficientemente grande como para no llegar a saciar las ansias de curiosidad de un hombre en una sola vida, pero si he de ser sincero, me sentí tan a gusto, que no me importaría volver a sentirme así otra vez.

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