Reportaje: El dopaje de Estado en la RDA

Artículo publicado en la revista Sportraining nº 74 (septiembre/octubre 2017).

Autores : Joan Rius Sant y Francesc Joan Matas

 

Uno de los chistes que se hacían durante los tiempos de la guerra fría (1945 a 1991) era que en los países del bloque comunista lo único que funcionaba bien era el deporte. Con aquel sistema político fueron extraordinarios los avances llevados a cabo en todas las ciencias que giraban en torno al entrenamiento y al rendimiento deportivo, pese a que en ese programa de investigación y de puesta en práctica la frontera ética se traspasó para emplear el dopaje de forma sistemática.


Inicialmente su filosofía permitía llevar a cabo un trabajo metódico de formación de deportistas que iba desde la detección de talentos y potenciales campeones, ya en la escuela primaria, hasta la aplicación de formas diferentes de entrenar en dos grupos similares a fin de evaluar cuál de las dos era más eficaz. Eran trabajos de equipos pluridisciplinares donde todos iban coordinados y, cada cierto tiempo, se analizaban resultados y se modificaba el programa.

El nivel alcanzado en las ciencias del deporte no sería el mismo sin las investigaciones llevadas a la práctica por los técnicos soviéticos, alemanes orientales, búlgaros, checos… El hecho de que el estado invirtiera grandes recursos económicos en todos esos países permitió avances que de otro modo habrían sido más lentos.

No obstante cuando el rendimiento se convierte en un fin en sí mismo y cualquier medio es lícito para alcanzar la victoria, las fronteras de la ética se traspasan. Cuando el individuo no es más que un instrumento al servicio de la colectividad y la medalla, el triunfo en los estadios es una necesidad vital para la sociedad. Todos los medios pasan a ser válidos para alcanzar el fin supremo. Y eso fue lo que ocurrió.

Dos principios regían el proyecto: considerar los avances en la investigación como un secreto de estado y no ser descubiertos cuando se transgredían las reglas del juego. Las investigaciones se dirigían a cómo entrenar mejor y cómo no dar positivo en los controles antidopaje.

Sería injusto creer que los resultados alcanzados por los atletas de los países del este fueron exclusivamente fruto de la trampa. Sin el dopaje sistematizado hubiesen alcanzado igualmente éxitos notables. Dos razones nos hacen defender esta hipótesis: La primera la extraordinaria metodología que se diseñó y experimentó, cuyas bases, hoy, se están aplicando en todo el mundo; sus éxitos no consistían en drogar a un chaval y a correr, el dopaje era el que permitía subir un peldaño por encima de la excelencia. La segunda era la motivación; en un sistema político gris, carente de alternativas al tiempo de ocio, la única posibilidad de salir al exterior, a occidente, tener acceso a su consumo y poder gozar de un estatus de privilegio, dentro de sus países, era destacar en ciertas artes y principalmente en el deporte.

Con la caída del Telón de Acero, cuando el deporte ya no fue una necesidad de Estado de alta prioridad y los jóvenes disponían de grandes alternativas de ocio y de muchas formas de promoción social, los grandes equipos de investigadores se desmembraron y los entrenadores ya no tuvieron a toda una juventud ansiosa de figurar entre los elegidos para formar parte de la fábrica de campeones.

Aunque no podemos dejar de hacernos la pregunta: ¿Qué hubiese sucedido de no haberse producido la unificación alemana tras caer el muro de Berlín en 1989? En todos los países del Telón de Acero la caída del llamado Socialismo Real se gestó desde dentro de forma más o menos traumática pero sin que, como sucedió en la República Democrática Alemana, se produjera una unificación (absorción) con un país democrático. En Alemania las actuaciones del régimen socialista han sido juzgadas abiertamente con la clara intención de explicitar todas las miserias de aquel modelo político y castigar a todos los implicados. Este factor extradeportivo hace diferente la investigación sobre el dopaje en la RDA que en el resto de países socialistas. Aunque no es descabellado intuir que aquellas prácticas estuviesen generalizadas en mayor o menor magnitud en el resto de países del bloque socialista.

Durante el período de la guerra fría hubo casos de espionaje y de fugas de técnicos de los países socialistas a occidente. Posiblemente aquellos entrenadores contaban sus secretos a los técnicos de los países de acogida, como el caso del polaco Choina que en 1984 dio una conferencia pública en Soria sobre cómo utilizar los anabolizantes esteroides para mejorar el rendimiento de los deportistas. Curiosamente moderaba la conferencia el Dr. Eufemiano Fuentes.

Sería evidente pensar que parte de aquellas actividades que en la RDA eran promovidas por el Estado se llevasen a cabo a menor escala en países de la Europa Occidental, en la medida que iban desertando técnicos o filtrándose informaciones de manera más o menos clandestina.
Lo que sí sucedió tras la caída del Telón de Acero fue que en todos los países de su órbita los recursos destinados al deporte de rendimiento cayeron en picado. El deporte de élite dejó de ser un elemento de propaganda del sistema socialista. Los nuevos regímenes políticos democráticos tenían otras prioridades para invertir los escasos recursos económicos de los que disponían. Los técnicos de élite de aquellos países emprendieron una diáspora por todo el mundo. Se ofrecieron al mejor postor para poder rehacer su estatus profesional y social: los acogieron con los brazos abiertos Europa occidental, Estados Unidos, China, Australia, Corea y los países árabes ricos por el petróleo.

Una potencia mundial

Aquel modelo deportivo sorprendió al mundo en forma de resultados antes de conocerse el dopaje de estado, sobre todo porque un país de tan sólo 16 millones de habitantes era capaz de codearse con las primeras potenciales mundiales en los Juegos Olímpicos. La RDA acumuló un total de 403 medallas en las cinco citas a las que acudió (de 1968 a 1988, exceptuando Los Angeles’84 donde se sumó al boicot): 21 en México’68; 66 en Munich’72; 88 en Montreal’76; 126 en Moscú’80 y 102 en Seúl’88. Y de todas ellas 151 fueron de oro, más de un tercio.
Quedaron como gestas para la historia las 11 medallas de oro de 13 posibles que las nadadoras de la Alemania del Este lograron tanto en Moscú’80 como en Montreal’76 – allí Kornelia Ender fue la primera mujer en sumar cuatro oros en unos mismos Juegos tras ganar con récord mundial incluido los 100 y 200 libres, 100 mariposa y relevos 4×100 estilos- . O los estratosféricos récords del mundo en atletismo que aún poseen los discóbolos Jurgen Schult (74,08 metros, en 1986) y Gabriele Reinsch (76,80 metros, en 1988) y en los 400 metros Marita Koch (47,60 segundos, en 1985)

Del sueño a la cruda realidad

En los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, un año antes de la caída del Muro, la República Democrática Alemana consiguió 102 medallas frente a las 40 de la República Federal. Así que con la unificación se desató la euforia deportiva en el país ya que esperaban convertirse en la gran potencia deportiva mundial. Inicialmente se siguió la política del avestruz: pese a que existían sospechas pocos imaginaban la dimensión de la trama orquestada desde la cúspide del estado.
Mientras se gestaba el sueño del gran nuevo deporte alemán, en el Berlín Oriental se intentaba a marchas forzadas destruir expedientes y restos de stocks de anabolizantes que pudieran convertirse en pruebas en su contra.
Pero ya era tarde. Que el modelo deportivo de la RDA estaba completamente corrompido comenzó a evidenciarse a raíz de las denuncias de algunas deportistas y los positivos en enero de 1992 de las velocistas Katrin Krabbe, doble campeona mundial en 1991 de los 100 y los 200 lisos; Grit Breuer, plata en los 400 también en la cita de Tokio y entonces actual campeona europea; y Silke Moeller, campeona mundial de 100 y 200 metros en Roma’87 (con su apellido de soltera: Gladisch).
Las tres fueron suspendidas a cuatro años y su entrenador, Thomas Springstein, de por vida por manipulación de un control antidopaje (sus muestras coincidían de la misma orina o del mismo envase en el que se pudo realizar una mezcla de orina.

La “avestruz” comenzó a sacar definitivamente la cabeza cuando Brigitte Berendonk publicó el libro ‘Doping-Dokumente’ en 1991. En sus páginas se difundía una lista repleta de deportistas dopados sin su conocimiento. Quedó plasmado que la basura que había debajo de la alfombra no era polvillo que se podía eliminar en dos barridos: lo que había escondido en realidad era un estercolero.

Ese mismo año la Federación de Deportes de Alemania sugirió que se inhabilitara a todos los entrenadores de la antigua RDA que no demostrasen estar limpios de dopaje. Pero no se encontraron las instituciones capaces de abordar esta tarea, máxime cuando los entrenadores de élite de la RDA estaban trabajando en clubes de todo el país unificado. Pese a todo se desencadenaron numerosas protestas que derivarían en los juicios que comenzaron en 1998.
Toda aquella teoría quedó definitivamente ratificada en 2010 cuando el ex-número dos del deporte en la extinta República Democrática Alemana (RDA), Thomas Köhler, admitió públicamente que se practicó dopaje sistemático para lograr éxitos deportivos como medio imprescindible para que los países del este de Europa fueran competitivos internacionalmente. Esta necesidad empujó a las autoridades deportivas de la RDA a optar por utilizar sustancias anabolizantes selectas administradas por un equipo de 90 médicos que seguían todo el proceso. Era el primer funcionario que lo reconocía, y explicó toda la historia con la publicación de Seiten der Medaille (Las dos caras de la medalla).

El plan 14.25

Todo obedecía al plan “14.25”. Este código correspondía a un proyecto de estado que reunía en Berlín Oriental a funcionarios y científicos de diferentes dominios para que buscaran nuevas técnicas de dopaje cada vez más eficaces y, evidentemente, indetectables.

Un documento de la Stasi, el órgano de inteligencia de la República Democrática Alemana que funcionó hasta 1989, decretaba que “el objetivo es asegurar al deporte de competición de la RDA una posición de punta, que demuestre la superioridad de la sociedad socialista sobre la capitalista gracias a la utilización de UM». UM (Unterstuetzende Mittel) significa en alemán productos de apoyo, es decir las sustancias dopantes.

Manfred Höppner, el director adjunto del servicio de medicina deportiva, era la pieza clave del dopaje en la RDA. Entre 1974 y 1989 administró las llamadas píldoras azules de Oral Turinabol y también hormonas a más de 1.500 deportistas (otras fuentes sitúan la cifra hasta los 10.000).
De esos 1.500 deportistas afectados directamente por los efectos del dopaje (no el total de los dopados que fueron más de 10.000) solamente 600 lo han hecho público. Muchos callan por miedo a la burla, el desprecio de vecinos, de compañeros de trabajo o de amigos. Para las mujeres los problemas son mayores, ya que les cuesta reconocer sin vergüenza las vejaciones íntimas padecidas como una masculinización irreversible.

Krieger, de Heidi a Andreas

El caso quizás más impactante fue el de la campeona europea de lanzamiento de peso en Stuttgart en 1986, Heidi Krieger. Tras poner fin a su carrera deportiva, entró en una etapa muy difícil de su vida ya que desde hacía tiempo “se sentía un hombre». Vio su historia reflejada en el libro ‘Kóler Heidi’ y descubrió la existencia del Oral Turinabol, la pastilla estrella de dopaje del «plan 14.25» con la que sus entrenadores la atiborraban con dosis de testosterona que llegaban, en algunos casos, a duplicar el doble de lo producido endógenamente por un hombre en un mismo periodo de tiempo.
Heidi cambió de sexo -hoy es Andreas- y cada tres semanas debe tratarse con hormonas masculinas. Desde su retirada experimentó severos problemas de salud, hasta el punto que sólo resiste esfuerzos suaves y es incapaz de dormir de lado debido a los años de esfuerzo excesivo levantando pesos mientras usaba esteroides. Krieger se casó con Ute Krause, una ex nadadora también víctima del dopaje, que llegó a estar ingresada en un psiquiátrico por bulimia y otros trastornos psicológicos.

Entre las víctimas de efectos crónicos a largo plazo figura también la antigua lanzadora de peso Birgit Boese. Fue dopada con anabolizantes desde los 11 años; ella creía que le daban vitaminas y minerales. Ahora, es una enferma crónica, sus riñones e hígado no le funcionan bien y debe tomar morfina tres veces al día.

Sin olvidar al haltera Roland Schmidt, que tuvo que amputarse los pechos propios de una mujer que desarrolló; o la ex-nadadora Martina Gottschalt, que tuvo tres hijos con malformaciones (las probabilidades son mayores como secuelas del dopaje continuado).

Un estudio coordinado por el historiador Giselher Spitzer, de la Universidad de Humboldt, arrojó conclusiones escalofriantes tras entrevistar a 52 deportistas de la antigua Alemania del Este que habían sufrido el dopaje de estado: un cuarto de los afectados desarrolló cáncer; el 93% presenta daños óseos; el 50% de las mujeres sufren enfermedades ginecológicas y pérdida de rasgos femeninos; un 40% no aceptan su aspecto físico; el 38% fueron declarados psíquicamente débiles y «muchos» admitieron haber pensado en el suicidio. Los abortos sufridos por las encuestadas es 32 veces más alto que entre la población normal y los hijos de los atletas enferman con una frecuencia más alta que la media.

Esta última consecuencia la padeció la ex-nadadora Catherine Menschner, quien a los 40 años había sufrido ya siete abortos. En su caso, como en muchas otras atletas, los doctores utilizaban un atroz método que consistía en embarazarlas en el momento óptimo de la temporada y hacerlas abortar a las pocas semanas. Los cambios hormonales en su organismo (ya no ovulaban) provocaban un mayor nivel de hormonas relacionadas con los andrógenos que les permitía alcanzar mayores niveles de fuerza. Anabolizantes endógenos indetectables en cualquier control.

Y así una interminable lista de deportistas que han sufrido efectos aterradores…

Hubo incluso peores consecuencias. En forma de muerte, como le ocurrió al nadador George Severs, que fue encontrado sin vida en el fondo de una piscina. El motivo oficial fue que sufrió un desmayo fortuito en el agua, a causa de estar entrenando con gripe. Pero la autopsia, realizada 20 años más tarde, reveló que murió por los efectos del constante consumo de anabolizantes en su hígado.

Atrocidades y espionaje de la Stasi

La Stasi también hizo de las suyas. El ejemplo más conocido es el que sufrió la actual escritora y entonces saltadora de longitud y velocista Ines Geipel, de soltera Ines Schmidt, que no solamente fue sometida a prácticas de dopaje, sino que además fue mutilada en el transcurso de una operación intestinal. Tras salir del quirófano jamás volvió a encontrarse bien: sufrió dolores renales, bulimia, problemas psicológicos… Y, más adelante, una tortura en el vientre. «Desde entonces no paré de preguntarme qué había pasado», decía.
Tras la caída del Muro Geipel descubrió que estaba fichada por la Stasi, como una persona «políticamente inestable» y que era «una amenaza» debido a sus relaciones con un marchador mexicano con quien estuvo a punto de huir a Los Ángeles. Cuando la Stasi lo supo aprovecharon su enfermedad abdominal para mutilarla en el quirófano.
Los médicos que posteriormente la examinaron descubrieron que la operación abdominal había consistido en una venganza carnicera: músculos seccionados, órganos dañados y tejidos destruidos, entre otras posibles acciones no detectadas.

A través de la Stasi también hubo espionaje. Se descubrió por ejemplo que Heike Drechsler, el mito atlético alemán antes de los Campeonatos del Mundo en Stuttgart de 1986, había sido colaboradora informal del órgano de inteligencia. Bajo el nombre de ‘Jump’, habría espiado a uno de sus compañeros de club y habría recibido por ello dinero, algo que ella negó.

Una situación similar ocurrió con Katarina Witt, la multicampeona de patinaje sobre hielo que se convertiría en un icono amable del socialismo gracias a su magnetismo mediático. “La hija más bella de Marx”, la apodaron. Durante su carrera deportiva y mediática (modelo en revistas) el 80% de sus ingresos pasaba al estado. Ella, a cambio, podía gozar de determinados privilegios en su país: disfrutaba de coche y de lavaplatos, lujos al alcance de muy pocos. Con la caída del Muro Katarina se querelló y ganó el pleito contra los medios de la prensa sensacionalista que la acusaron de colaboradora de la Stasi. La gran sorpresa surgió cuando se descubrió que Katarina era a la vez favorecida y espiada por la Stasi.

El caso que más impactó a los seguidores del atletismo fue el encarcelamiento de Wolfgang Schmidt, el discóbolo que a lo largo de la historia del atletismo alcanzó la perfección técnica en el lanzamiento (algo no atribuible a los anabolizantes). Plata en los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976 y recordman mundial en 1978 (71,16 m.), fue detenido por la Stasi debido a las acusaciones de varios compañeros de equipo, que consideraban que era crítico con el sistema del país.

 

Las medallas persisten

Descubierto todo aquel dopaje de estado quedaron en entredicho las marcas y logros de algunos de los grandes mitos del deporte de la Alemania comunista, como la nadadora Kristin Otto (seis medallas de oro en Seúl-88) o la atleta Marita Koch, aún plusmarquista mundial de los 400 metros.
Sin embargo todos aquellos éxitos persisten aún en los cuadros de honor de los Juegos Olímpicos, por falta de pruebas de dopaje. Una auténtica paradoja. Entre ellos figura la lanzadora de peso Llona Slupianek, oro en Moscú’80 y aún record olímpico, que curiosamente fue la primera atleta alemana oriental que dio positivo en un control, aunque tres años antes, en la Copa de Europa de 1977.

 

Condenados e indemnizados

En los procesos políticos contra los dirigentes de la RDA se accedió a los archivos de la policía secreta, la Stasi, y allí se encontraron todos los informes relativos al deporte y a las prácticas dopantes empleadas, informaciones determinantes para poner en marcha los juicios que condenaron a una parte del personal implicado: al ex-secretario general de la Federación de Natación, Egon Muller, así como a dos entrenadores, les cayó un año por dopaje de menores; y en 1998 el ex vicepresidente de la Confederación de deportes, Horst Roeder, también fue condenado a un año por haber favorecido la distribución de píldoras de «oral-turinabol» o «testosterona» a atletas de alto nivel.

Tras una denuncia de 32 atletas también fueron condenados en el año 2000 el presidente de la Confederación de deportes entre 1963 y 1988, Manfred Ewald, con 22 meses de prisión que cumplió en libertad condicional, y el director adjunto del servicio de medicina deportiva, Manfred Höppner, en su caso a 18 meses. Ambos por haber dañado la salud de centenares de atletas dopados contra su voluntad.

Otros muchos entrenadores y médicos se marcharon del país antes de conocerse todo el entramado, pero otros fueron rehabilitados puesto que ellos obedecían órdenes superiores. Los técnicos rehabilitados fueron Klaus Baarck, Gerhard Böttcher, Rainer Pottel, Maria Ritschel y Klaus Schneider. Todos ellos aceptaron haber colaborado ocasionalmente en la administración de fármacos a sus atletas, pero alegando que no eran los responsables del proceso y que sólo obedecían a los encargados de la atención médica de los atletas. De haberse negado hubiese supuesto su exclusión del deporte de competición, lo que habría comportado “graves inconvenientes profesionales». El hecho de haberse autoinculpado en el proceso favoreció su perdón.

Esta especie de amnistía generó muchas quejas entre las víctimas de sus actuaciones. Durante los campeonatos del mundo, celebrados en 2009 en Berlín, muchos ex atletas y ciudadanos protestaron porque la justicia no había descalificado a perpetuidad a todos los técnicos que habían participado en el proceso de dopaje sistemático de estado durante la guerra fría.
Casi 200 antiguos atletas fueron indemnizados como víctimas con 20.000 euros, como compensación por el daño físico y mental que les causó el sistemático programa de drogas llevado a cabo por el estado de la antigua Alemania del Este para mejorar el rendimiento deportivo. El gobierno alemán, el DOSB, como heredero del Comité Olímpico de la RDA, y Jenapharm, la farmacéutica que producía masivamente el Oral-Turinabol, asumieron los pagos después de multitud de exámenes periciales de los deportistas afectados física, psíquica y socialmente por la ingestión de anabolizantes. Aceptar la indemnización implicaba renunciar a futuras reclamaciones.

“La disputa tiene fin, pero no así el sufrimiento de las víctimas del doping”, declaró el abogado de la asociación de ayuda a las víctimas, Michael Lehner. La ex-nadadora Karen König, una de las caras de la demanda, se mostró aliviada. “Estoy muy contenta de que se reconozca públicamente la existencia de los afectados por el doping de la RDA.”

Los indemnizados suponen una cifra infinitamente menor de la real puesto que la mayoría de los 10.000 deportistas afectados por la trama de dopaje se mantuvieron al margen por miedo a los efectos del escándalo o a perder logros derivados de su paso por la élite deportiva.
El juicio de la RDA ha sido una muestra de cómo se ha utilizado el dopaje para mejorar el rendimiento deportivo, pero resulta muy ingenuo pensar que solamente en aquel país se llevaron a cabo tales prácticas. Posiblemente lo más evidente del caso de la RDA es que ellos fueron los más ‘eficaces’.

 

¿También en la RFA?

Nunca se sospechó de que la RFA cometiese un dopaje sistemático con apoyo estatal, como había ocurrido en la antigua RDA, hasta que en verano de 2013 se publicó un informe que apuntaba a todo lo contrario.

El informe contaba cómo la República Federal de Alemania (RFA) organizó y experimentó con el dopaje en el deporte desde la década de 1950, a un nivel muy parecido a su vecino del este, utilizando la política deportiva y la medicina para respaldar la investigación.

También planteaba dudas sobre si algunos futbolistas alemanes «hacia el final» del Mundial de fútbol de Inglaterra 1966 estaban limpios, puesto que, según un documento de la FIFA de la época, tres jugadores mostraban trazas de efedrina.

Encargado por el Instituto Federal y preparado por la Universidad berlinesa de Humboldt y la Universidad de Münster, el informe decía que a deportistas de muchas disciplinas se les dieron con conocimiento y durante años sustancias para mejorar el rendimiento, como esteroides, testosterona y anfetaminas.
Y aseguraba además que en los años 70, como muy tarde, la RFA estaba implicada de manera activa en experimentos con sustancias para mejorar el rendimiento, como anabolizantes, testosterona y eritropoyetina (EPO), todo ello financiado con el dinero de los contribuyentes.

 

Conclusiones

Lo que sucedió en la RDA con el desenmascaramiento del dopaje fue el resultado de una venganza política más que un acto de justicia o de ética deportiva. A diferencia de lo sucedido en otros países comunistas como en Rusia, por ejemplo, donde no hubo una purga de todo el aparato político comunista en la transición hacia el capitalismo (basta con constatar que Vladimir Putin, era un miembro de la KGB destinado como agente espía en Dresde) muchas de las personas y estructuras políticas y técnicas se reciclaron. En Rusia y en otros países del antiguo Telón de Acero, el nuevo modelo político, no solamente miró hacia otro lado, sino que ha seguido fomentando y encubriendo el dopaje.

La unificación alemana exigía que de manera muy visible para todo el mundo se desmantelaba todo el aparato comunista de la RDA y que tenían que pagar un alto precio por haber construido el Muro. La caza de dopadores y dopados fue, posiblemente, el acto de mayor impacto mediático de mostrar al mundo lo “malvado” de aquel modelo político.
Todo este proceso sirvió de pantalla mediática para hacer creer que descabezado el dopaje en la RDA, el mundo del deporte volvía al Edén, algo que como hemos visto en los últimos decenios muy pocos Estados han estaban libres de culpa.

NOTA: En este artículo no citamos bibliografía por cuanto todas estas citas e informaciones se han obtenido de la hemeroteca digital de muchos periódicos y portales de rigor contrastado. Todas las informaciones que atañen a personas hemos comprobado que coincidieran, como mínimo, en dos medios diferentes.

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