El ser humano es extraordinario, capaz de lograr lo que ni puede imaginar. Su cuerpo, increíblemente resistente, aguanta auténticos disparates. Muchos eslóganes se han creado para recordarnos nuestra propia valía pero ninguno nos habla de algo tan trascendental como es la variable «tiempo».
Vivimos en la época del aquí y ahora, nos están educando a no esperar por lo que queremos. Tarjetas de crédito, financiación, pago a plazos para poder adelantar el proceso. Tiempos de entrega que se acortan en nuestras compras por internet para tener la gratificación cuanto antes posible. Definitivamente nos estamos acostumbrando a tener que gozar de nuestro premio instantáneamente.
Además existe una nueva tendencia en el consumo: comprar más experiencias que objetos. Alardear de actividades tiene aceptación social, por el contrario, presumir de objetos materiales, a no ser que se traten de meras herramientas para cumplir las proezas, resulta decadente. Competir o al menos participar y terminar en una prueba de resistencia se ha convertido en un “best seller” y la foto cruzando la meta es el nuevo coche deportivo.
La combinación de ambos puntos ha dado paso a una nueva versión del “Low cost” que voy a denominar el “low effort experience”. Si el producto Low cost se creó para que muchos tuviesen lo mismo o algo parecido por menos dinero, la “low effort experience” es tener la misma vivencia, o al menos una foto similar, invirtiendo mucha menos dedicación y esfuerzo para ello. “Low effort sport experience” o como correr una maratón andando durante 6 horas.
No hay nada imposible para cualquier ser humano, me sumo a los que lo afirman, pero también creo que tiene letra pequeña, que es el tiempo. Parece que cruzar la línea de meta no puede esperar un par de años con meses de sufrimiento poco reforzado, entrenando en la sombra sin el premio gordo. “Si parece una eternidad esperar una semana por una compra en internet… ¿cómo voy a aguantar dos años hasta vivir mi experiencia en una maratón? ¡No puedo demorarlo tanto! ¡qué más da si no estoy listo”!
Hay quienes por edad, tiempo u otras limitaciones no tienen margen de mejora, pero hay otros que sí lo tienen: tantas posibilidades de progresar como ansias por decir “hecho”. Parece mejor correr-andar durante 6 horas que esperar un año y apuntar a las 4 horas. Más vale ahora que tras 12 meses de sufrida espera.
Puede parecer que tiene más valor terminar agonizando, demacrado, arrastrándose y colapsando que hacerlo compitiendo. El reconocimiento en estos tiempos ya no es para los ganadores, ahora es para quien tiene finales más dramáticos y para eso sí que hay muchos perfectamente entrenados. En las redes ya no aparecen los ganadores, la gloria es para los que terminan en peor estado.
Incluso los más deportistas tratamos de comprar unas experiencias que pueden no ser realistas. Pecamos de impacientes y queremos el sub 3, el 100km, el Ironman, el sub 10… ansiosos sin aprender primero a conocernos. Me gustan los atletas que desfallecen, pero los que lo hacen a lo grande, disputando la victoria, como los Brownlee o esos veteranos corredores que compiten para superarse o al menos mantener su tiempo del pasado año.
Hay artesanos de los que sienten placer entrenando sus propias metas, como ese ebanista que disfruta más trabajando la madera que contemplando y exhibiendo su obra. Debemos entender que también hay quien solo quieren mostrar su adquisición, sin pagar demasiados entrenamientos por ello.
El “low effort” ha llegado como lo hizo el “low cost». Me gusta que todo el mundo quiera y además pueda vivir la experiencia, que cada cual decida qué quiere comprar. La organización de los eventos ofrece ambas versiones, promocionando la “low effort”, la de participar en vez de competir y así poder llegar a mayor número de clientes: Perfectamente entendible.
Algunos sabemos que aunque puede parecer lo mismo, la versión más “cara” tiene ese algo por el que seguimos practicándolo pacientemente y disfrutándolo continuamente.