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Artículo publicado en la revista Sportraining nº 98 (sep/oct 2021). Autor: Fernando Mata
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Hippolyte Aucouturier hizo historia corriendo el primer Tour de Francia celebrado en 1903. El Hércules de Commentry, como también se le conocía, partía como favorito cuando los problemas gastrointestinales le retiraron en la primera etapa: “Nunca me sentí así. Mi voluntad es fuerte, mi cabeza es buena, mis piernas también, pero no avanzo. Estoy muy mal del estómago”. Más recientemente hemos conocido otras historias de atletas donde los problemas gastrointestinales han terminado “enmarronado” su competición.
Cuando nos vamos a datos, los estudios nos muestran cómo los problemas gastrointestinales son comunes en el deporte, sobre todo en deportes de resistencia de larga duración. Por dar algunas cifras, en el año 2017 fue publicado un editorial en la prestigiosa revista BJSM donde los investigadores recogieron datos de 241 atletas de diferentes deportes, valorando los síntomas y su gravedad. Interesantemente, más del 80% de los atletas presentó algún síntoma y un 15% de ellos presentó, al menos, un síntoma de una gravedad media. Aunque los síntomas varían en gravedad, algunos estudios realizados en ultramaratonianos han informado de deserciones en el 35% de los corredores durante la carrera debido a problemas gastrointestinales. Si eres deportista de resistencia, seguro que algunos de estos síntomas te resultan familiares: dolor abdominal, flatulencia, náuseas, vómito, diarrea… Se estima que entre el 30 y el 90% de los atletas que participan en maratones, triatlones o eventos similares informan haber experimentado problemas gastrointestinales durante el ejercicio
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Pero ¿qué está ocurriendo en los intestinos de los atletas?
Parece que son varios los factores que convergen para que se produzca lo que se conoce como síndrome gastrointestinal asociado al ejercicio. Los factores primarios que conducen a los problemas gastrointestinales tienen que ver fundamentalmente con lo que se conoce como la vía circulatoria gastrointestinal y la vía enteroendocrina intestinal. Además, el daño mecánico en el epitelio gastrointestinal producido por el movimiento, específicamente al correr, también es un contribuyente importante. Los cambios que se producen durante el ejercicio en el flujo sanguíneo van encaminados a regular la función cardiaca, temperatura corporal y suministro de sustratos al músculo.
La primera vía tiene que ver con lo que pasa en tu sistema circulatorio cuando haces ejercicio. Normalmente el 25% del gasto cardiaco (cantidad de sangre que impulsa el corazón en cada latido) llega a tu intestino en reposo, lo que durante el ejercicio se reduce al 3-5%. Para que puedas hacerte una idea, a una intensidad de ejercicio del 70% VO2max un estudio mostró como el flujo sanguíneo portal disminuía un 20% a los diez minutos y un 80% a la hora de ejercicio. Los cambios en la hemodinámica tienen sentido, tus músculos durante el ejercicio necesitan más nutrientes y oxígeno además de la necesidad de disipar calor –lo que se consigue llevando la sangre a la periferia para disipar el exceso de calor que tu cuerpo está generando-. Sin embargo, este escenario fisiológico deja en una situación de isquemia a toda el área esplácnica, lo que se traduce en daño en todas las células que componen el epitelio intestinal y, además, a las uniones estrechas que hacen que se mantengan unidas permitiendo el paso selectivo de solo ciertas sustancias. Imagínate tu intestino como una gran muralla, donde el paso de sustancia desde su luz a la sangre está controlado por el paso que ésta puede hacer a través de las células mediante diferentes transportadores, por ejemplo, o bien y de forma selectiva, entre los espacios que se encuentra en las células. Sin embargo, las uniones estrechas entre las células, que así se llaman, se alteran por diferentes circunstancias como por ejemplo temperatura elevada, diferentes nutrientes, uso de fármacos antiinflamatorios y el propio ejercicio (bajo ciertas características). Así, nuestra muralla se ve franqueada, lo que se conoce técnicamente como permeabilidad intestinal, permitiendo que algunas bacterias, componentes bacterianos y otras moléculas que no deberían pasar la barrera intestinal, finalmente la pasen. ¡Cuidado! esto comienza a ser un problema, ciertas endotoxinas bacterianas al pasar la barrera intestinal dan lugar a una respuesta inflamatoria que no solo aumenta aún más la permeabilidad sino que además, puede dar lugar a un aumento de las ganas de vomitar, defecar y dolor de barriga. Por tanto, como veremos en la segunda parte de este artículo (próximo número de la revista), intentar mejorar la integridad de la barrera intestinal será un objetivo importante para disminuir la sintomatología gastrointestinal e incluso, algo importante, la recuperación posterior al ejercicio.

Como ya comenté, las hormonas también comienzan a bailar y hacer su juego durante el ejercicio. Un coctel de catecolaminas, cortisol y arginina vasopresina, entre otras, puede estar indicando a tu centro del vómito, situado en el bulbo raquídeo, que arrojes todo aquello que tengas en tu estómago. Además, su acción sobre los intestinos ralentiza el vaciado gástrico, lo que hace, por ejemplo, que los azúcares puedan quedar demasiado tiempo en tus intestinos (sobre todo si no controlas las cantidades y el tipo) y con ello, la entrada de agua a la luz del intestino, lo que te llevará a que finalmente puedas tener calambres gastrointestinales y lo que puede ser peor, una diarrea osmótica.
Sin embargo, es importante tener en cuenta que ambas vías pueden ser exacerbadas por diferentes factores tanto intrínsecos como extrínsecos. Por ejemplo, como ya comenté, el ejercicio en ciertas condiciones ambientales puede aumentar la hipoperfusión esplácnica y aumentar la permeabilidad intestinal. Esto se ha visto cuando tu cuerpo alcanza temperaturas de 39ºC. El uso de antiinflamatorios no esteroideos, las características propias del ejercicio (intensidad, tipo, duración) o incluso la hora del día, pueden aumentar los síntomas gastrointestinales asociados al ejercicio. La composición de la comida, el uso de algunos suplementos, el propio estado de hidratación e incluso la composición del microbiota, contribuyen a cómo pueden ser los síntomas gastrointestinales y su gravedad durante el ejercicio.
Te invito a leer el próximo número de la revista para que puedas descubrir ¿qué podemos hacer para disminuir los problemas gastrointestinales en deportistas?
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