Diferencias entre correr con zapatillas o sin ellas

Por José Enrique Quiroga Díaz

Ante todo debemos tener claro que no todo el calzado de running es igual. La mejor forma de clasificarlo sería atendiendo a sí afectan o no a la mecánica de carrera respecto a correr descalzo. Por otra parte, es importante saber que un corredor con una buena técnica no tiene por qué verse afectado negativamente si corre con zapatillas, incluso si éstas son las adecuadas lo que obtendrá son beneficios. Por el contrario, un corredor con una mala técnica no podrá correr descalzo, y si lo hace lo más probable es que se lesione.

Aun así, cuando corremos descalzos, en la mayoría de los casos lo haremos sin talonear, es decir, contactaremos primero en el suelo con el antepié o con el mediopié. Esto es así porque nuestro talón no está preparado para recibir los fuertes impactos que ocasiona el gesto de correr; de hecho, si corremos descalzos taloneando lo más probable es que nos acabemos rompiendo el calcáneo. Por el contrario, unas zapatillas amortiguadas nos proporcionarán un «colchón» bajo el talón que nos permitirá talonear sin peligro. Esto se hace necesario para los que corren con el centro de gravedad retrasado y alargando la pierna por delante en la zancada.

Aparte de esto, y a no ser que exista un problema biomecánico claro que requiera varias estrategias para atacarlo, unas zapatillas de running no deberían afectar a la mecánica natural del corredor. Las dos funciones básicas de las zapatillas deberían ser: proporcionar protección y proporcionar tracción, y esas dos características son las que deberían diferenciar claramente el correr con zapatillas o sin ellas (en corredores con una técnica «aceptable»).

Correr descalzo ¿Un medio o un fin?

Debemos considerar si el llegar a ser capaz de correr descalzo es para nosotros un fin o un medio. Hay personas que encuentran una serie de satisfacciones personales muy claras en el hecho de correr sin calzado. Para ellos, el objetivo puede ser el de correr completamente descalzos una determinada prueba, por ejemplo un maratón. Ese es el objetivo y las sensaciones que experimentan corriendo descalzos pueden llegar a rozar el «misticismo».

Pero desde el punto de vista del rendimiento, que es lo que nos ocupa mayormente en esta publicación, debemos considerar el correr descalzos como un medio para fortalecer toda la estructura pie-tobillo-gemelos y mejorar nuestra técnica de carrera y, por lo tanto, nuestro rendimiento, al tiempo que minimizar el riesgo de lesiones. Por ello, podría ser recomendable introducir alguna sesión a la semana de entrenamiento técnico específico descalzos, por supuesto dentro de un proceso lento y progresivo. Y, en todo caso, no realizar los entrenamientos de técnica de carrera con zapatillas muy amortiguadas ni en terrenos muy blandos, ya que modificarían fácilmente los puntos de apoyo (excepto en sesiones muy específicas en las que se trabaje la propiocepción).

Otra recomendación «interesante» es la de olvidarse del tradicional «sistema» de entrenar fuera de temporada (e incluso durante ella) con zapatillas amortiguadas y con soporte, para luego llegar la competición y calzarse las típicas «voladoras», clavos, etc. Esto puede ser un factor muy importante de lesión, ya que el pie (y otras estructuras) se «desadapta» a lo largo de casi todo el año al ser las zapatillas las que realizan gran parte de su trabajo, y cuando llega el momento de «trabajar » y rendir al más alto nivel no está preparado para soportar ciertas cargas y aparecen las lesiones. Nos lesionamos corriendo por realizar cosas a las cuales no estamos lo suficientemente adaptados: correr más tiempo, correr más rápido, correr con zapatillas no adecuadas para nosotros, etc. y, por supuesto, correr con una técnica deficiente.

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